PLAYA DE SANTA FE, TULUM
Hay veces que te esmeras tú y otras que ese trabajo
corre a costa de la vida. Recoges la toalla y ahí lo tienes: La cometa, los
nublos, la luz que atardece en las películas. Entonces olvidas el contexto,
hierves sus capas, pones foco en lo importante. Ella. Sus ojos. No hay nada más.
Buscas palabras y encuentras un tartamudeo. Lo sueltas. Ríe. Uno cero. Sin
avanzar te acercas, no se mueve, te aguanta, llega el miedo a fallar. Le
borras un grano del pelo. Recoges y su mano es tuya. Baja la vista, se esconde,
no te suelta. El corazón se dispara, miras de reojo: la cometa sigue ahí. Te
convences. Ahora o nunca. Resoplas, echas a volar y rozas sus labios. Despacito.
Probando. Te acaricia, sonríes, le raptas la lengua. Truena el animal, el caos,
la ansiedad de querer tocarlo todo. Te dejas ir. Sois uno en arrebato, miles de
escalofríos en revuelta por el cuerpo. Por fin. Todo funciona. Se echa sobre
ti, tropiezas; tomáis la arena. Se quiebra el instante, la cometa cae, el mundo
sigue. Se levanta y recoge su mochila, te imita, ríe. Tú sigues caído, no
comprendes nada: tanto tiempo casados y temblando como la primera vez.
ZONA ARQUEOLÓGICA, PALENQUE
Aunque el presente nos engañe llamándonos eternos no
dejamos de ser un guiño, una ola en el océano del tiempo. Nuestro lapso es
ahora y pasará de lejos en el siguiente instante, tan rápido que es fácil caer
en el error de no saborear correctamente. Aquí, en Palenque, se asentaron una
de las ciudades más importantes del mundo maya, esa civilización de nariz
aguileña y mentón comprimido que lo mismo te trepanaba el corazón que te
advertía un cambio de conciencia en las estrellas. Se estima que vivieron en
sus asentamientos unas 30.000 personas, en su mayor parte campesinos y esclavos,
al servicio, como no, de las élites gobernantes. El área descubierta hasta 2005
es de 2,5 kilómetros cuadrados, seguramente alguno más si nos pusiésemos en
rombos o en triángulos. Aún así, se estima que el noventa por ciento del
asentamiento se encuentra todavía oculto en la selva, quién sabe si con su
pirámide más importante todavía durmiendo allí. Todo un pequeño Imperio que
dominó su región en el nada desdeñable intervalo del 400 a 800 D.C., y que ahora es una atracción para arqueólogos y turistas. Por supuesto, el maya
coetáneo estaría convencido que aquellas estructuras, que aquel infalible
sistema de gobierno y vida duraría para siempre, ya que tanto abuelos como
nietos vivieron y perecerían en él. Pero
no fue así, Palenque cayó, como cayeron Grecia o Egipto, como caen
constantemente vidas, amores o enfados, como cae y cambia todo. Porque no se
dejen engañar: lo único seguro es el cambio, la evolución de las cosas. En tu
barrio, en tu calle, en tu cuerpo cansado, en el
absurdo sistema que te gobierna. Todo viene
y va y se disgrega y nada, por sólido que parezca, sobrevive al tiempo. Él es
infinito y nosotros su huella.
EL CHIFLÓN, CHIAPAS
Se pasa la vida ahí, esperando. Todos los días, en el
intervalo de las cuatro a las siete, se apoya al roble sobre su hombro
izquierdo, de fe a las nubes y con la espalda al camino. Para ella, aquel
rincón y sus colores representaban la armonía perfecta, tanto en olor como en
silencio robado. Por eso y porque era inevitable, había elegido ese lugar para
su primer beso, como paso primigenio hacia una Ilíada de felicidad compuesta. Todos los días, a las cuatro, sufre
los mismos nervios, las mismas mareas, las mismas notas de oscuros y claros. La secuencia había pasado una y mil veces
por su cabeza, aunque siempre dejando algún que otro cabo suelto, ya que ella era una soñadora de puertas
abiertas. Primero oiría unos pasos acercarse, pararse a su lado. Aguantaría su
mirada al vacío: lo bueno nunca puede llegar fácil. Luego vendría el susurro, la
frase perfecta, la mano sobre su hombro despacio, el giro, la luz en él, la
primera cadena. Todos los días, a las siete, sufre un shock de desasosiego y
libertad, de soledad y alternativas, de desvelo y certeza. Luego, vuelve casa
deprisa, huyendo del contacto de esa horrible gente que no la sabe encontrar. Y entonces se recoge al gris,
a su imaginario policromado. Respira, calla y de nuevo a las cuatro, a su roble
y a su cascada, a su lengua verde de nubes blancas, a su espera. Allí, donde
nadie la ha visto, vive esperando la vieja.
ASAMBLEA #YOSOY132, MEXICO DF
No hay nada más globalizado que el miedo a las palabras.
Éstas, si son libres, tienen el poder de explicar las cosas, de dotarlas de
razón y conocimiento, de humanizarlas. Si además son rebatibles, doblan su
peligrosidad, pues la dialéctica lleva en sus sangre conclusiones que suele dejar
a la realidad muy mal parada, sacando a la luz bragas y calzones. Con el tiempo,
pueden irse uniendo a otras para formar ideas, iniciativas, visiones y
desvelos; pueden revelarse en forma para buscar un cambio, eso que todo y todos
somos, y que tanto se resiste. El sistema, más propios de las palabras
dirigidas, agudiza el ruido, no sea que escuches: sin mentes vírgenes no hay mascarada,
como no hay esclavo sin señor, ni status-quo
sin patria. Por ello se declaran enemigos de diálogo, en todos sus brotes. Y
lo calumnian, lo silencian, lo intentan dinamitar por dentro; se ríen de sus
sueños y se jactan de sus dudas; a la par que mandan a sus perros a que vigilen
e informen, a que metan miedo. Pero la palabra ni se esconde, ni se calla, ni
se asusta: sabe que mientras haya vida no le faltarán gargantas. Y espera,
cambia, se piensa otro poco, escampa. Por si en alguna luna llena el perro
torna en hombre, y la bala, en palabra.
CANCÚN
En México conviven el pasado y el presente por lo que
es común toparse con objetos mágicos, de esos que el progreso ha ido relegando
a leyenda. Aquí nos venden la pócima del amor. Así, a pelo y sin tildes: el
todo al alcance de tomar un trago. Por suerte ni es así, ni puede serlo; los
sentimientos no juegan en el plano de lo tangible, de las ciencias exactas. El
amor es de la intuición y del subconsciente, del irracional imán de irse cosiendo
al otro. A veces de súbito, con unos ojos que se clavan y no te sueltan; otras,
despacio, en la erosión del verbo y la caricia. A veces sonríe y a veces duele,
nunca se queda en medias tintas: o te da un visado a las nubes o te echa sal en
la herida; en su momento o tarde; con su adiós o su infinito; con sus arañazos
al cielo, y sus noches de quiebra. Siempre de una forma imprevisible,
literaria, caótica: ni eliges del todo de quién te enamoras, ni puedes forzar a
nadie hacerlo de ti; aunque vuelques sangre y alma en ello y no concibas el
mundo de otra forma. Son, por tanto, demasiadas indicaciones para una sola
pócima, más si nos encontramos en el comercial Cancún. La letra no tan pequeña
nos revela la confusión, muy de nuestros tiempos: sexo por amor, o amor por
sexo, o simplemente un todo en uno
como forma publicitaria. Eso sí, como elixir del placer no tiene precio, sólo
hay que echar un vistazo a sus propiedades: Una dosis de semejante pasión no
hay mucho amor que la soporte.